Es una boda enmarcada dentro de lo clásico formal, como varias otras que ya conocemos, sin embargo la diferencia es que los novios más allá de ser anfitriones son los protagonistas de momentos irrepetibles, para simbolizar mediante una planificación especial de cada detalle, el amor sublime que sienten el uno por el otro.

La organización está a cargo de los novios, como pareja: a pesar que ellos puedan hacerse asesorar en asuntos logísticos.

La identidad del matrimonio está puesta en los detalles y  en la originalidad.

Los invitados provienen del círculo familiar y social y el desafío es que los asistentes vivan un momento de alegría inolvidable.

Son de aquellas celebraciones donde los aspectos emotivos están presenten en los pormenores, con el fin de crear un clima especial y mágico.

Los elementos de la decoración; como los colores pastel, blancos y rojos, las flores silvestres y velas, entre otros, logran enfatizar la exclusiva entrega que existe en la pareja, y se releja sin duda a los invitados quienes perciben el amor de la pareja de una manera especial.

La ceremonia y la fiesta vivencian en diversos estímulos la expresividad que los novios quieren ofrecer en el momento más importante de sus vidas.

Los lugares para la celebración pueden ser jardines, centros de eventos o playas donde el uso de la luz tiene un papel fundamental en la creación del ambiente. Si se realiza en la noche el juego de las luces creará un ambiente cálido y romántico, que podrá modificarse a los diferentes tiempos del evento, el baile de los novios, la fiesta, la despedida, etc.